Huellas
del Temple en Torre de Juan Abad (Ciudad Real)
por
Fr. Dario Pozo Ruz
I
Fray
Luis de Otero, Caballero Templario por la Gracia de Nuestro Señor, cabalgaba desde el enclave de Almenar, escoltado por una mesnada de
cuarenta jinetes laicos y su leal escudero Manuel Jimeno de Almazán.
Su
misión estaba situada en la frontera jienense en plena Sierra Morena
y su objetivo: proteger el paso a Castilla y el tránsito de
ganados, principal fuente de ingresos en aquella primavera de aquel
histórico año de 1120, ya que Jerusalén había caído en poder de
los cruzados en 1099 motivaba que unos años después los caballeros se aprestaban a marchar por la
protección de la Península Ibérica muy en peligro por los
almorávides.
Sabía
bien Fr. Luis que Pedro I de Aragón cambió su intención de
combatir al islam en Palestina, por el cerco a Zaragoza y el recelo
incrementado por los asentamientos moros de Cuenca y Ubeda hacia los
cristianos.
No
podía olvidar los consejos de su Comendador, animándole a practicar
la piedad y tolerancia con los cautivos que pudieran hacer en su
importante misión, compartiendo los intereses de reunificación de
los territorios cristianos, con la aplicación de una política de
concordia y reconocimiento a la cultura musulmana, incorporándola como un tesoro importante a salvaguardar.
Fr.
Luis parecía no estar preocupado por la inminente noche, el
salvoconducto (“idjaza del Sheik”) le permitía transitar con sus
cabalgaduras por un territorio peligroso en aquel 14 de mayo de 1120,
muy próximos a Calatrava donde pernoctarían.
Tras
una noche fría amaneció el 15 de mayo con la evocación de San
Torcuato, honrado por la Santa Misa oficiada por Fray Luis de Otero
evocando a aquel de los siete varones apostólicos implicados en la
evangelización de la Bética en el siglo I.
La
empresa era respaldada por unos presagios importantes que los
templarios valoraban dentro de su espíritu hermético, no exento de
misticismo y misterio.
“Hermanos:
Cuando lleguemos a nuestro destino nos comprometemos solemnemente a
entronizar la imagen de nuestra Gran Diosa del Círculo templario y
construir un santuario con su imagen morena, que será sin duda la
Materia Prima de nuestra Alquimia hermética favorecedora de nuestro
tesoro...
He
tenido la revelación de que encontraremos a unas leguas de nuestro
castillo, una vega con buen agua y tierras para labrar, que los
campesinos confiarán al Temple, plegándose humildemente al
servicio de nuestra Señora, que invocaremos como Virgen de la Vega.”
El
“Beauseant”
flameante, encabezaba la marcha en aquella madrugada de un 15 de
mayo, hacia las tierras de la Vía Augusta, próximas al dominio
musulmán de Albaladejo.
II
Apuntaba
el atardecer de aquel día, cuando las huestes templarias de Fr.
Luis se encontraban ante el Castillo de Eznavejor, custodiado por
moros sedientos de interés por la cesión de su antigua fortaleza,
antes conocida como “Castillo de Xoray” en impecable
emplazamiento sobre el paso a Andalucia, y por lo tanto, fruto
apetitoso para las intenciones de los templarios aun cuando
sospechaban que los intereses estratégicos de la Orden en la zona,
estaban cambiando mucho en los últimos tiempos, mas motivados por
replegarse hacia tierras de Portugal que radicarse en este difícil
territorio.
Fr.
Luis de Otero estaba seguro de encontrar las señales explicadas por
su Comendador, que habrían de servirle para localizar el
emplazamiento del templo a edificar, con ayuda de sus hermanos y
labradores cristianos en esta zona.
Muy
cerca del Castillo, todavía ocupado por un pequeño contingente moro
que acaudillaba Abdallah ibn Umar, con un próximo asentamiento
poblado por cristianos, agrupados en torno a su alcaide Don Juan
Abad, un presbítero llamado Padre Fuertes de Viedma y un grupo de
hombres jóvenes armados que se habían destacado en luchas contra
incursiones de la morisca de Ubeda y que tenían su cuartel en la
Torre de la aldea, comunicada con el antiguo castillo de Xoray,
ahora a punto de ser conseguido por los Templarios.
Hasta
doscientos vecinos se ocupaban de las tierras de labran en el fértil
valle y especialmente, de un molino abastecido por una prospera
cosecha de cereal.
Aquella
noche, en su primer acampada a los pies de la fortaleza, se reunían
en una tienda de campaña: Fr. Luis de Otero, su escudero,el alcaide
Don Juan Abad, Abdallah ibn Umar, y el judío Alfaya que actuaría
como fedatario del pacto para la ocupación pacífica de su castillo
por los caballeros templarios a cambio de dos libras de oro y escolta
hasta Albaladejo.
De
esta forma quedaba iniciada una jurisdicción que mas tarde en 1214
en la ciudad de Burgos tendría su carta de naturaleza como Torre de
Juan Abad y consagrados sus heroicos hijos en la futura toma de Baeza
en 1273, aunque eso forma parte de otra historia.
Así
comenzaba el fundamento de este enclave templario que consagró la
Ermita de Virgen de la Vega, que habría de entronizar a Nuestra
Madre expresión de la devoción templaria considerando a “Ella
como comienzo de nuestra Religión “ “y en
su Honor estarán si place a Dios, el fin de nuestras vidas y el fin
de nuestra Religión, cuando Dios quiera que así sea”
conforme a la tradición iniciada por San Bernardo, convertida en
“piedra clave” por elección libre de fieles y caballeros, aunque
contemplado con celo por el Padre Fuertes de Viedma“
Así
comenzaba el fundamento de este enclave templario que consagró la
Ermita de Virgen de la Vega, que habría de entronizar a Nuestra
Madre expresión de la devoción templaria considerando a “Ella
como comienzo de nuestra Religión “ “y en
su Honor estarán si place a Dios, el fin de nuestras vidas y el fin
de nuestra Religión, cuando Dios quiera que así sea”
conforme a la tradición iniciada por San Bernardo, convertida en
“piedra clave” por elección libre de fieles y caballeros, aunque
contemplado con celo por el Padre Fuertes de Viedma“
III
La
mirada del Padre Fuertes no estaba exenta de desconfianza al escuchar
los proyectos templarios en lo que consideraba su “feudo”.
¡Edificar
una Ermita a la Virgen en la Vega, en el lugar que ya en tiempos
remotos parecía haber existido un santuario pagano a deidades
femeninas, donde se solían encontrar figurillas y hasta herramientas
de piedra !...¡ que atrevimiento !
El
recelo ya había sido transmitido por el señor Obispo, por cuanto
no era nuevo en muchos ámbitos de la Jerarquía, ese sentimiento de
envidia y despecho, tanto por el poder financiero del Temple y esa
“libertad” de pensamiento religioso, no muy apegado a la
oficialidad y la ortodoxia.
- “Ya sabéis Padre, que queremos impulsar en este lugar la entronización de un santuario en Honor de nuestra Madre que se asiente en la devoción popular y que su futuro no esté a merced de vaivenes políticos ni transitorios, en este país que va sufrir los efectos de una larga guerra de Reconquista.
- No quisiéramos que los moros ilustrados vean el símbolo de nuestra fe enraizado especialmente en templos protegidos.
- Queremos que desde la soledad de la Vega, todos puedan buscar a la Madre nuestra, lejos de armaduras, lanzas y caballos, en una oferta de amor filial que debiera ayudar al encuentro con nuestros enemigos”.
Fray
Luis de Otero confiaba en poder responder con lealtad a la misión de
extender el culto a la Virgen María, teniendo inclusive presente su
secreta devoción por Maria Magdalena como esposa del Señor, en
estos tiempos que la figura del varón era preeminente y lo fue
durante siglos en la historia.
Tenía
que salvaguardar con discreción todas sus convicciones -secretas-,
pero compartidas en el Temple, por miedo a ser acusados por herejes ,
y estropear la importante misión heredada desde tiempos remotos.
Con
decidida convicción elegiría las condiciones de la futura Ermita,
alejada de los focos de poder y próxima a la devoción del pueblo a
liberar, evitando dependencias alejadas del poderío de “notables”
en una concepción mas próxima al ideal que como “pobres
caballeros de Cristo” habían consagrado en el Templo de Salomón .
IV
Fray
Luis recordaba las viejas lecciones aprendidas en la lejana tierra
castellana de San Juan de Otero en su etapa de escudero y tenía muy
en cuenta los argumentos financieros que sirvieran de apoyo – sin
usura – a la élite espiritual del Temple: Tenía que obtener el necesario apoyo
de los aldeanos, combinando una eficaz acción de estímulo
corporativo en producciones agrícolas rentables que en la Vega tendía suficiente indicio que motivaba su interés.
No olvidaba su advocación a
la Virgen afín con la tradición templaria, en el respeto a
la influencia de San Bernardo de Claraval , venerado protector de la
Orden, aun cuando levantara recelos por el papel que debían otorgar
a los cultos marianos, “piedra clave” de nuestro conocimiento en
la Alquimia hermética y fundamento de un saber fundado en el respeto
a la Gran Diosa Madre del Círculo que propiciaría en Torre de
Juan Abad.
Cuidaría su relación con el reverendo Padre
Fuertes de Viedma, por su carácter dogmático alineado con las
enseñanzas del Papa Alejandro y adueñado de un espíritu
excesivamente guerrero hacia el Islam, sin concesiones a pensamientos
progresistas y mucho menos en lo espiritual.
Aquella mañana de comienzos del verano de 1120, acompañado de su
escudero
Manuel Jimeno, el judio Alfaya, Abdallah ibn Umar y siete jinetes se
aprestaban a visitar a
Yehuda
Gabirol,que regentaba un hospital árabe de gran popularidad tanto en
los reinos andalusí como en Toledo y Cuenca.
Tenía
La referencia que tenía del prestigio del galeno musulmán - que
había sido aprendiz de Abul Qasim Khalaf Ben Abbas
(Abucassis) de Córdoba - como de las excelencias
de la ubicación de su hospital junto a una vega muy fértil rodeada
de campos sembrados con hortalizas, cereales panificables, lino y
cáñamo. La
hábil estratagema de Alfaya y Abdallah
ibn Umar, serían fundamentales a la hora de ofertar Ad
medietatem para presionar al médico una tentadora suma que
garantizase la renta necesaria para establecerse en Toledo...
De
esta forma ambos consiguieron sus propósitos: Yehuda conseguía el
capital para montar un hospital mejor en la Taifa de Toledo, y los
templarios iniciaban su dominio en un lugar muy propicio para
favorecer la base de unas huertas muy fértiles, así cómo la
disposición de un río con cauce constante que permitiría
construir molinos, canales y brazales para el riego del rico cáñamo
existente.
Fray
Luis de Otero podría sentirse orgulloso de la gran empresa a
desarrollar, confiando en la bondad financiera que los derechos de
molino, horno y fragua al ser un antiguo monopolio señorial de las
órdenes militares, habrían de facilitar por vía de impuestos a los
campesinos, los recursos necesarios que tanto los templarios como
los cristianos serían beneficiados por sus proyectos.
Misteriosa lápida encontrada en la Ermita Templaria de Virgen de la Vega (Torre de Juan Abad) con inscripciones que hasta 2014 no se habían podido traducir...
La novela corta histórica ya está completada y en breve anunciaremos la forma de conseguirla los interesados. Dario Pozo Ruz. 26 de agosto de 2013