martes, 25 de junio de 2013

HUELLAS...




Huellas del Temple en Torre de Juan Abad (Ciudad Real)
por Fr. Dario Pozo Ruz


I

Fray Luis de Otero, Caballero Templario por la Gracia de Nuestro Señor, cabalgaba desde el enclave de Almenar, escoltado por una mesnada de cuarenta jinetes laicos y su leal escudero Manuel Jimeno de Almazán.

Su misión estaba situada en la frontera jienense en plena Sierra Morena y su objetivo: proteger el paso a Castilla y el tránsito de ganados, principal fuente de ingresos en aquella primavera de aquel histórico año de 1120, ya que  Jerusalén había caído en poder de los cruzados en 1099 motivaba que unos años después  los caballeros se aprestaban  a marchar por la protección de la Península Ibérica muy en peligro por los almorávides.

Sabía bien Fr. Luis que Pedro I de Aragón cambió su intención de combatir al islam en Palestina, por el cerco a Zaragoza y el recelo incrementado por los asentamientos moros de Cuenca y Ubeda hacia los cristianos.


No podía olvidar los consejos de su Comendador, animándole a practicar la piedad y tolerancia con los cautivos que pudieran hacer en su importante misión, compartiendo los intereses de reunificación de los territorios cristianos, con la aplicación de una política de concordia y reconocimiento a la cultura musulmana, incorporándola  como un tesoro importante a salvaguardar.

Fr. Luis parecía no estar preocupado por la inminente noche, el salvoconducto (“idjaza del Sheik”) le permitía transitar con sus cabalgaduras por un territorio peligroso en aquel 14 de mayo de 1120, muy próximos a Calatrava donde pernoctarían.

Tras una noche fría amaneció el 15 de mayo con la evocación de San Torcuato, honrado por la Santa Misa oficiada por Fray Luis de Otero evocando a aquel de los siete varones apostólicos implicados en la evangelización de la Bética en el siglo I.


La empresa era respaldada por unos presagios importantes que los templarios valoraban dentro de su espíritu hermético, no exento de misticismo y misterio.





Hermanos: Cuando lleguemos a nuestro destino nos comprometemos solemnemente a entronizar la imagen de nuestra Gran Diosa del Círculo templario y construir un santuario con su imagen morena, que será sin duda la Materia Prima de nuestra Alquimia hermética favorecedora de nuestro tesoro...

He tenido la revelación de que encontraremos a unas leguas de nuestro castillo, una vega con buen agua y tierras para labrar, que los campesinos confiarán al Temple, plegándose humildemente al servicio de nuestra Señora, que invocaremos como Virgen de la Vega.”



El “Beauseant” flameante, encabezaba la marcha en aquella madrugada de un 15 de mayo, hacia las tierras de la Vía Augusta, próximas al dominio musulmán de Albaladejo.










II


Apuntaba el atardecer de aquel día, cuando las huestes templarias de Fr. Luis se encontraban ante el Castillo de Eznavejor, custodiado por moros sedientos de interés por la cesión de su antigua fortaleza, antes conocida como “Castillo de Xoray” en impecable emplazamiento sobre el paso a Andalucia, y por lo tanto, fruto apetitoso para las intenciones de los templarios aun cuando sospechaban que los intereses estratégicos de la Orden en la zona, estaban cambiando mucho en los últimos tiempos, mas motivados por replegarse hacia tierras de Portugal que radicarse en este difícil territorio.

Fr. Luis de Otero estaba seguro de encontrar las señales explicadas por su Comendador, que habrían de servirle para localizar el emplazamiento del templo a edificar, con ayuda de sus hermanos y labradores cristianos en esta zona.

Muy cerca del Castillo, todavía ocupado por un pequeño contingente moro que acaudillaba Abdallah ibn Umar, con un próximo asentamiento poblado por cristianos, agrupados en torno a su alcaide Don Juan Abad, un presbítero llamado Padre Fuertes de Viedma y un grupo de hombres jóvenes armados que se habían destacado en luchas contra incursiones de la morisca de Ubeda y que tenían su cuartel en la Torre de la aldea, comunicada con el antiguo castillo de Xoray, ahora a punto de ser conseguido por los Templarios.

Hasta doscientos vecinos se ocupaban de las tierras de labran en el fértil valle y especialmente, de un molino abastecido por una prospera cosecha de cereal.

Aquella noche, en su primer acampada a los pies de la fortaleza, se reunían en una tienda de campaña: Fr. Luis de Otero, su escudero,el alcaide Don Juan Abad, Abdallah ibn Umar, y el judío Alfaya que actuaría como fedatario del pacto para la ocupación pacífica de su castillo por los caballeros templarios a cambio de dos libras de oro y escolta hasta Albaladejo.

De esta forma quedaba iniciada una jurisdicción que mas tarde en 1214 en la ciudad de Burgos tendría su carta de naturaleza como Torre de Juan Abad y consagrados sus heroicos hijos en la futura toma de Baeza en 1273, aunque eso forma parte de otra historia.



Así comenzaba el fundamento de este enclave templario que consagró la Ermita de Virgen de la Vega, que habría de entronizar a Nuestra Madre expresión de la devoción templaria considerando a “Ella como comienzo de nuestra Religión “ “y en su Honor estarán si place a Dios, el fin de nuestras vidas y el fin de nuestra Religión, cuando Dios quiera que así sea” conforme a la tradición iniciada por San Bernardo, convertida en “piedra clave” por elección libre de fieles y caballeros, aunque contemplado con celo por el Padre Fuertes de Viedma











Así comenzaba el fundamento de este enclave templario que consagró la Ermita de Virgen de la Vega, que habría de entronizar a Nuestra Madre expresión de la devoción templaria considerando a “Ella como comienzo de nuestra Religión “ “y en su Honor estarán si place a Dios, el fin de nuestras vidas y el fin de nuestra Religión, cuando Dios quiera que así sea” conforme a la tradición iniciada por San Bernardo, convertida en “piedra clave” por elección libre de fieles y caballeros, aunque contemplado con celo por el Padre Fuertes de Viedma











III


La mirada del Padre Fuertes no estaba exenta de desconfianza al escuchar los proyectos templarios en lo que consideraba su “feudo”.

¡Edificar una Ermita a la Virgen en la Vega, en el lugar que ya en tiempos remotos parecía haber existido un santuario pagano a deidades femeninas, donde se solían encontrar figurillas y hasta herramientas de piedra !...¡ que atrevimiento !

El recelo ya había sido transmitido por el señor Obispo, por cuanto no era nuevo en muchos ámbitos de la Jerarquía, ese sentimiento de envidia y despecho, tanto por el poder financiero del Temple y esa “libertad” de pensamiento religioso, no muy apegado a la oficialidad y la ortodoxia.

  • Ya sabéis Padre, que queremos impulsar en este lugar la entronización de un santuario en Honor de nuestra Madre que se asiente en la devoción popular y que su futuro no esté a merced de vaivenes políticos ni transitorios, en este país que va sufrir los efectos de una larga guerra de Reconquista.
  • No quisiéramos que los moros ilustrados vean el símbolo de nuestra fe enraizado especialmente en templos protegidos.
  • Queremos que desde la soledad de la Vega, todos puedan buscar a la Madre nuestra, lejos de armaduras, lanzas y caballos, en una oferta de amor filial que debiera ayudar al encuentro con nuestros enemigos”.

Fray Luis de Otero confiaba en poder responder con lealtad a la misión de extender el culto a la Virgen María, teniendo inclusive presente su secreta devoción por Maria Magdalena como esposa del Señor, en estos tiempos que la figura del varón era preeminente y lo fue durante siglos en la historia.

Tenía que salvaguardar con discreción todas sus convicciones -secretas-, pero compartidas en el Temple, por miedo a ser acusados por herejes , y estropear la importante misión heredada desde tiempos remotos.

Con decidida convicción elegiría las condiciones de la futura Ermita, alejada de los focos de poder y próxima a la devoción del pueblo a liberar, evitando dependencias alejadas del poderío de “notables” en una concepción mas próxima al ideal que como “pobres caballeros de Cristo” habían consagrado en el Templo de Salomón .
















IV



Fray Luis recordaba las viejas lecciones aprendidas en la lejana tierra castellana de San Juan de Otero en su etapa de escudero y tenía muy en cuenta los argumentos financieros que sirvieran de apoyo – sin usura – a la élite espiritual del Temple: Tenía que  obtener el necesario apoyo de los aldeanos, combinando una eficaz acción de estímulo corporativo en producciones agrícolas rentables que en la Vega tendía suficiente indicio que motivaba su interés.

No olvidaba su advocación a la Virgen afín con la tradición templaria, en el respeto a la influencia de San Bernardo de Claraval , venerado protector de la Orden, aun cuando levantara recelos por el papel que debían otorgar a los cultos marianos, “piedra clave” de nuestro conocimiento en la Alquimia hermética y fundamento de un saber fundado en el respeto a la Gran Diosa Madre del Círculo que propiciaría en Torre de Juan Abad. 

Cuidaría su relación con el reverendo Padre Fuertes de Viedma, por su carácter dogmático alineado con las enseñanzas del Papa Alejandro y adueñado de un espíritu excesivamente guerrero hacia el Islam, sin concesiones a pensamientos progresistas y mucho menos en lo espiritual.

Aquella mañana de comienzos del verano de 1120, acompañado de su escudero Manuel Jimeno, el judio Alfaya, Abdallah ibn Umar y siete jinetes se aprestaban a visitar a Yehuda Gabirol,que regentaba un hospital árabe de gran popularidad tanto en los reinos andalusí como en Toledo y Cuenca.

Tenía La referencia que tenía del prestigio del galeno musulmán - que había sido aprendiz de Abul Qasim Khalaf Ben Abbas (Abucassis) de Córdoba - como de las excelencias de la ubicación de su hospital junto a una vega muy fértil rodeada de campos sembrados con hortalizas, cereales panificables, lino y cáñamo. La hábil estratagema de Alfaya y Abdallah ibn Umar, serían fundamentales a la hora de ofertar Ad medietatem para presionar al médico una tentadora suma que garantizase la renta necesaria para establecerse en Toledo...

De esta forma ambos consiguieron sus propósitos: Yehuda conseguía el capital para montar un hospital mejor en la Taifa de Toledo, y los templarios iniciaban su dominio en un lugar muy propicio para favorecer la base de unas huertas muy fértiles, así cómo la disposición de un río con cauce constante que permitiría construir molinos, canales y brazales para el riego del rico cáñamo existente.

Fray Luis de Otero podría sentirse orgulloso de la gran empresa a desarrollar, confiando en la bondad financiera que los derechos de molino, horno y fragua al ser un antiguo monopolio señorial de las órdenes militares, habrían de facilitar por vía de impuestos a los campesinos, los recursos necesarios que tanto los templarios como los cristianos serían beneficiados por sus proyectos.



Misteriosa lápida encontrada en la Ermita Templaria de Virgen de la Vega (Torre de Juan Abad)  con inscripciones que hasta 2014 no se habían podido traducir...


La novela corta histórica ya está completada y en breve anunciaremos la forma de conseguirla los interesados. Dario Pozo Ruz. 26 de agosto de 2013