Los cuatro muleros, en la bella composición de Federico García Lorca, que nos asombra con su impresionante métrica de 7 + 5 + 7 + 5 sílabas, nos acerca ya a esta mítica figura de nuestros campos...
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= 39 sílabas (38 + 1)
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= 20 sílabas (19 + 1)
De/ los/ cua/tro/ mu/le/ros/
= 7 sílabas
que/ van/ al/ cam/po,/
= 5 sílabas
el/ de/ la/ mu/la/ tor/da,/
= 7 sílabas
mo/re/no/ y al/to./
= 5 sílabas
2
De/ los/ cua/tro/ mu/le/ros/
= 7 sílabas
que/ van/ al/ a/gua,/
= 5 sílabas
el/ de/ la/ mu/la/ tor/da/
= 7 sílabas
me/ ro/ba el/ al/ma./
= 5 sílabas
3
De/ los/ cua/tro/ mu/le/ros/
= 7 sílabas
que/ van/ al/ rí/o,/
= 5 sílabas
el/ de/ la/ mu/la/ tor/da/
= 7 sílabas
es/ mi/ ma/rí/o./
= 5 sílabas
4
¿A/ qué/ bus/cas/ la/ lum/bre/
= 7 sílabas
la/ ca/lle a/rri/ba,/
= 5 sílabas
si/ de/ tu/ ca/ra/ sa/le/
= 7 sílabas
la/ bra/sa/ vi/va?/
= 5 sílabas
Pero....¿ quienes eran los muleros ?
De norte a sur encontramos historias muy ilustrativos de estos históricos personajes, como refleja en http://pueblomartir.wordpress.com, este Legendario viejo "VIZCACHA"
Don
Alonso Vizcarra, “El viejo VIZCACHA” -descendiente de vasco- era todo
un personaje en el Cerro de Pasco. Su padre había llegado a estos lares
conformando el primer contingente de rudos vascuences conjuntamente con
los Oyarzábal, de Azpeitia; los Arauco, de Vizcaya; los Goñi, de
Navarra; los Otaegui, de Guipúzcoa; los Aguirre de Oyarzún; Lizárraga,
Baldoceda, Jáuregui, Ampuero, Bermúdez, Aza, Azcurra, Zumalcarregui,
Echevarría, Aranda, Vizcarra, Gorriti, Veramendi, Iparraguirre,
Iturralde, Egaña, Jáuregui, Mendívil, Iturriaga, Ormachea, Mendizábal,
Zamudio, Arellano, Lezama, Lezcano, de Navarra.
Como sucede con casi todos los apodos cerreños, nunca se supo el
origen del suyo. Se pensaba que, Vizcarra -su apellido- había quedado
convertido en “Vizcacha” por la magia del hipocorístico; pero también
porque hacia evocar a los pintorescos roedores que abundaban en los
roquedales de las afueras.
Era amigo irrenunciable del sol, añorado y bienvenido visitante de
siempre. Su rancho ubicado en Mesapata, se prestaba para ello. En la
mañana se llenaba de luminosidad y por la tarde despedía la jornada con
sus rayos agonizantes.
En ambos casos le proporcionaban una extraña
vitalidad, como a las vizcachas que en amaneceres y atardeceres
cotidianos, asomaban sus menudos cuerpecitos de pelo denso, abundante y
suave, lomo gris y vientre blanco con franjas negras atravesándoles la
cara.
Tus ojos, hermosa niña,
se parecen a mis males;
negros, como mis fatigas,
grandes, como mis pesares.
Pa´la muerte no hay remedio,
ni menos pa´la vejez,
pal amor no digo nada
pudiera ser que tal vez
Siempre que tiendo mi cama,
maldigo la suerte mía.
Cama, ¿Para qué te tiendo
si no tengo compañía?
Además de experto jinete, excelente tañedor de guitarra, cantor y
repentista, como la mayoría de muleros, sus conocimientos sobre el
arrieraje eran muy respetables. Uno de los primeros jinetes dedicados a
transportar mulas, muy amigo de los Oyarzabal y de los otros bisoños
jinetes, les volcó sus experiencias en cuanta reunión amical tuvieran.
Les aconsejaba tener mucho cuidado y disciplina en el cumplimiento de
las órdenes que recibieran, pues la enorme distancia de cerca de
novecientas leguas que hay entre el Cerro de Pasco y Tucumán, debería
cumplirse en noventa días más o menos, avanzando en un promedio de diez
leguas diarias. “la honradez y el cumplimiento del deber, son las más
altas prendas que pueden exhibir los muleros; aquí no se permite el
ingreso de traidores ni holgazanes. No hay lugar para ellos”,
sentenciaba enérgico.
Retirado de las extenuantes actividades, sus cuarteles de invierno
los fijó en la tierra minera, donde siguió trabajando. Sus manos estaban
como pensadas para el ejercicio de su profesión: talabartero.
Fabricante de piezas esenciales para la equitación.
Cuando un pobre busca novia
los viejos se vuelven fieras
y lo tienen dando vueltas
como a una mula minera.
Cuando un rico busca novia,
los viejos no saben qué hacer,
se vuelven puros cumplidos
para ver si lo hacen caer.
Me ven de poncho y shucuy,
muchos se burlan de mí;
por fuera nada parezco,
por dentro, ¡verán quién soy!
De sus manos callosas salían ronzales, bridas, estribos y monturas,
convertidos en piezas de arte. Cada una de ellos cumpliendo una función
muy especial. El ronzal, correa que yendo alrededor de la cabeza del
caballo, unida a una anilla bajo su barbilla (barboquejo), servía de
tiento. La brida formada por el bocado, el collar y las riendas,
parecida misión. Con el bocado -barra de metal que se coloca dentro de
la boca- el jinete ejerce el control del animal. El collar, sujeto al
bocado, es dispositivo de correas situado alrededor de la nariz,
quijadas y cabeza.
Las riendas, tientos de cuero unidas al bocado a ambos lados de la
boca, van una por cada lado del cuello, hasta las manos del jinete. La
silla, pieza de cuero, encima de la grupa del animal, tiene faldones que
se tienden hacia abajo por ambos lados; se sostiene en su sitio con la
cincha que circunda su vientre y se abrocha bajo los faldones.
La parte ocupada por el jinete es el asiento, la de adelante es el
pomo y, la de atrás, el arzón trasero. Van suspendidos por los dos lados
de la silla, sujetos con unas correas ajustables, los estribos, de
madera o metal, soportan los pies del jinete.
Aunque los tipos dependen
de su uso, los dos principales son, la silla inglesa (galápago) y la
silla vaquera. La inglesa es más ligera y plana mientras que la vaquera
es más pesada con un pomo y arzón traseros mucho más altos. El cuerno
que forma el pomo sirve de ancla para el lazo que se usa cuando se
conduce ganado. Éste era de preferencia del mulero cerreño.
Cuando la noche tiende su manto
y el firmamento viste de azul;
no habrá un lucero que brille tanto
como esos ojos que tienes tú.
En este mundo traidor,
yo no debo un medio a nadie,
solamente a Dios la vida,
y al chinganero algún real.
Las horas que tiene el día,
las he repartido así:
nueve soñando contigo
y quince pensando en ti.
Fue en el fortín de Vizcacha donde Álvaro y Cantalicio Oyarzábal,
fueron invitados a conformar la tropa de muleros comandados por un
baqueano muy mentado en toda la ruta: Lizandro Irigoyen. Éste tenía a su
hijo Rosendo –todavía muy joven- como lugarteniente con el que
conformaron un equipo de jinetes completamente bisoños que habían
aparecido en el firmamento de gallardos caballistas.
¡Oh! Vino que tanto alegras
y llenas todos los bares,
nacido en las verdes hojas
y pisado en los lagares.
Me quisiste, yo te quise,
me adoraste, te adoré;
me colgaste una traición,
yo también te la colgué.
La pena y la que no es pena,
todo es pena para mí,
ayer penaba por verte,
hoy peno porque te vi.
La precoz habilidad, era el común denominador entre los niños
cerreños. Los más pobres, hijos y nietos de mineros, se desempeñaban
como “pallaqueros”, encargados de la escogencia de metales que sus
madres molían en grandes batanes de piedra.
Los hijos de criollos y
españoles de acomodada situación económica, desempeñaban otras tareas
menos duras; entre ellas, la de chalanes. Álvaro y Cantalicio Oyarzábal
entraban en este grupo.
Tempranos jinetes cuidaban de los caballos de los mineros, hacendados
y comerciantes ricos. Era la época en que los opulentos, además de los
que utilizaban en sus labores cotidianas, contaban con cinco o seis de
fina estampa, para sus ostentosos paseos. Eran caballos impresionantes
-descendientes de andaluces y árabes- enormes, traídos de Argentina o
Chile, por precios fabulosos.
Para
su cuidado, en sus casas solariegas hacían construir caballerizas
especiales, provistas de buen techo y paredes gruesas sin resquicios por
donde pudiera colarse el aire frío que atentara contra su salud. Cada
animal estaba muy bien protegido por gruesa capa con interior de lana y
cobertura de tela más ceñida –“capa para caballos”- que le cubría todo
el cuerpo para conservar su calor; el piso cubierto de aserrín para
proteger los cascos; su alimentación exclusiva con forrajes especiales y
avena de la mejor calidad además de los pastos de su entorno les
permitía lucir saludables y robustos.
Su fina pelambre lustrosa, la alisaban con cepillos especiales. Los
había de toda variedad: Alazanes, tordillos, zainos, bayos, castaños,
ruanos, morcillos y especialmente moros, los preferidos. Los diarios
ejercicios y prolongadas caminatas para mantenerlos en forma estaban
bajo el cuidado de los Oyarzábal.
El pobre se halla en el mundo
tan sólo como el cardón,
de noche no tiene luna
de día le pega el sol.
El minero quiere y no puede
gozar de su libertad,
que lo entierren no precisa,
ya enterrado en vida está.
A la grande no la quiero,
porque ya sabe de todo;
a la chica la prefiero,
para enseñarle a mi modo.
Estos caballos, eran el orgullo de los rumbosos cerreños de entonces.
Prototipo de nobleza, fidelidad, temperamento y altivez; cúmulo de
virtudes admirables que proclamaban su estirpe. Habían heredado de las
jacas españolas, la elevación de los miembros delanteros; de los
berebere, su ambladura o modo de andar; del árabe su delicadeza y
hermosura. Era un deleite para la vista su marcha llena de gracia
portentosa y su monumental figura.
A las romerías a las que asistían los chalanes en pueblos y capillas,
iban con sus corceles muy bien emperifollados; apero o conjunto de
arreos de fino cuero, reforzado con plata brillante: terno de cabeza o
jato, falsa rienda y, sobre la montura “de cajón”, el pellón de mechas
llamado sampedrano, adquirido en el norte al costo de un “ojo de la
cara”.
El jinete con elegante terno inglés sobre el que calaba su poncho de
vicuña, alón sombrero de paja de junco o de toquilla, pañuelo blanco de
seda al cuello, poncho fino de lana de vicuña; zapatos altos y
artísticas espuelas “Nazarenas” de plata. El escenario para su
preparación física era la meseta más alta del mundo, desde el Cerro de
Pasco, Rancas, Yurajhuanca, Quiulacocha, Sacrafamilia, Vicco, Huayllay…
Los encargados de tener en forma a estos animales eran los jóvenes
jinetes que, andando el tiempo, se sumaban a las tropas de arrieros que
viajaban al norte argentino a traer mulas para el trabajo minero. En
todo caso, el mulero cerreño, al afincar su libertad en la rebeldía y su
tarea de viajero empedernido, confiaba ciegamente en su caballo,
compañero inseparable de aventuras.
Este noble animal fue un admirable instrumento en sus manos. Con él
se liberó de la mita y encomienda mineras. Es más. Con él se convirtió
en jinete de leyenda. Uno de los más grandes que han alcanzado a ver las
caballerías del mundo –cosacos, mamelucos, gauchos, llaneros charros,
rotos y muleros.
De conquistado se transformó en conquistador. Las
distancias fueron empequeñecidas por él. Jinete y caballo se mimetizaron
de manera que llegaron a ser uno solo. Podía ir el jinete dormido o
borracho sobre su caballo, él lo sostenía. Cuando perdía el caballo,
compungido, reclamaba:
“Mi caballo es mi vida,
mi bien, mi único tesoro;
ladrón devuélveme mi moro,
yo te daré mi querida..”
Inclusive su identificación era tan manifiesta que, antes que a la mujer, prefería a su caballo.
“Mi mujer y mi caballo,
se han extraviado;
mi mujer puede marcharse;
¡mi caballo me hace falta!
Después de trotar centenares de kilómetros conduciendo la bagualada
de mulas, no era de él que se ocupaba el mulero, sino de su caballo.
Éste después de trotar inconmensurables distancias a sólo agua, volvía
exhausto. El mulero se ponía a cuidar de su bestia fraternal: le
practicaba incisiones en el paladar y le hacía tragar sal pulverizada y
con sal cuidaba de sus heridas. Las bestias se reponían y engordaban.
Álvaro y Cantalicio Oyarzábal, no obstante su temprana edad, habían
adquirido tal habilidad que les permitió convirtiese en notables
muleros.
significados de algunos vocablos en el texto:
Arrieros: Personas que trabajaban con bestias de carga trasportando mercancías.
Cerreño: Expresión de origen peruano aplicada en el ámbito de los muleros de procedencia vasca.
Pallaquero: El que entresaca entresacar la parte metálica de los minerales.
Batanes: Lugar provisto de maquinaria hidráulica para trabajos de forja.
Chalanes: Apodo basado en cierto tipo de roedores.
Criollo:Dicho de un hijo y, en general, de un descendiente de
padres europeos: Nacido en los antiguos territorios españoles de América
y en algunas colonias europeas de dicho continente
Baqueano: Experto guía en caminos, trochas y atajos para facilitar el tránsito.
Cinganero: Aficionado a la búsqueda de oportunidades para "cingar" ( copular en muchos países latinos)
Galápago: Silla de montar.
Vizcacha: Originada por un roedor de hábitos nocturnos propio de las
grandes llanuras, donde construye complejas colonias de cuevas.. Vive en el Perú, Bolivia, Chile y la Argentina, pero también se aplica a designar a las personas que acostumbran guardar cosas inservibles.
Emperifollados: Expresión coloquial referida a adornarse con profusión y esmero.
"Arrieros somos, y por el camino andamos" ...Dario Pozo Ruz desde Valdepeñas, muy cerquita del "Lugar de la Mancha"