Reconocer
el testimonio de entereza y sacrificio de nuestras mujeres, honra a
sus promotores y devuelve como fórmula de agradecimiento la verdad
incuestionable, el valor insigne de tantas conductas femeninas que
llenan hasta rebosar la historia reciente.
La
Fraila y La Galiana, son algo más que la muestra ejemplar en el
accionario de dos heroínas valdepeñeras en la Guerra de la
Independencia (1808-1814), y frente a tanto mal ejemplo de corruptos
en el panorama actual, representan una muestra muy significativa del
patrimonio moral existente, donde en su papel como madres atestiguan
una superior autoridad ejemplar para tanto “macho” persistente en
nuestra sociedad – todavía muy dependientes – de esta pseudo
cultura del oportunismo- administrando con responsabilidad unas
economías familiares menguadas por efectos de una crisis,
curiosamente traídas de la mano de “irrespetables” varones.
¿Estaremos
asistiendo al final de la era de la supremacía del varón, ante
tanto ejemplo de decadencia e inmoralidad?
¿Sabremos elegir como
líderes a quienes siempre vienen dando ejemplo a cambio de “migajas”
que como con cuentagotas ha ido distribuyendo el “poder” en esta
era?
No
es cosa de reproducir injusticias discriminatorias existentes,
poniendo un sexo por debajo de otro, pero todavía parece que cuesta
mucho reconocer una igualdad que solo parece existir en el
vocabulario de algún político.
Se
dice que “los cambios” en los liderazgos tienen que ser fruto de
políticas “más igualitarias” en base a que el contrapeso de la
historia coloca en posición preponderante a grupos tradicionalmente
muy marginados.
Pero
los que soportan sobre sus espaldas, como víctimas, las
consecuencias de una crisis que no han generado, vuelven con
esperanza la mirada de hijo desamparado hacia esa figura protectora y
defensora, que en la mujer siempre personificó valores como la
justicia y el Amor.
Ha
llegado el momento del relevo. El futuro de España ya no tiene
nombre masculino.
Dario
Pozo Ruz, para Lanza Digital.